las Granizadas
De acuerdo a las leyendas urbanas, las granizadas son algo asi como "una de las siete plagas del apocalipsis" (leyenda claramente propagada por las madres de antaño) y entonces comerse una se volvia como el acto más clandestino para un niño... un pecado mas que confesarle al cura si ya habias hecho la primera comunion... y las comiamos escondiditos, procurando no abrir mucho la boca para que al hablar no se notara el rojo pintado en nuestras lenguas que dejaba el color de la granadina. Solo habían como cuatro sabores entonces... y la forma de comprarlas era siempre en aquella carreta desvencijada de colores... y las servia el viejito con las uñas negras y un raspador de metal que sacaba justo un rectangulo de hielo que cabia perfectamente en la bolsita plástica en la que te la servían.
Y como todo evolucionó... ahora las encuentras como producto comerciable... 100% avaladas por las madres preocupadas... y en una infinidad de sabores, que si hubieran existido en mi infancia, seguro me vuelvo adicta. Las hay dulces... con frutita picada encima... y las hay saladas con maní, clamato y pepino picadito... todo esto en un vasito muy mono aderezando el hielo con capas de sal y limón. Y quienes te la sirven... ya no son esos "esbirros del mal" sino agradables señoritas o señoras, con limpias gabachas y para todo usan una maquinita giratoria que pica el hielo y sus limpias manos... lo sirven todo usando cucharas... cero contacto dañino.
A veces me pongo a pensar que el chupar la bolsita de la granizada, abrirle un agujerito en una de sus puntas inferiores y anudarla... era una hazaña... y nos hizo fuertes... inmunes... tragábamos de todo... y nada nos hacía mal... y el esbirro del mal... el viejito shuco de las uñas largas y negras... siempre nos regalaba una sonrisa, mientras picaba el hielo.
Y como todo evolucionó... ahora las encuentras como producto comerciable... 100% avaladas por las madres preocupadas... y en una infinidad de sabores, que si hubieran existido en mi infancia, seguro me vuelvo adicta. Las hay dulces... con frutita picada encima... y las hay saladas con maní, clamato y pepino picadito... todo esto en un vasito muy mono aderezando el hielo con capas de sal y limón. Y quienes te la sirven... ya no son esos "esbirros del mal" sino agradables señoritas o señoras, con limpias gabachas y para todo usan una maquinita giratoria que pica el hielo y sus limpias manos... lo sirven todo usando cucharas... cero contacto dañino.
A veces me pongo a pensar que el chupar la bolsita de la granizada, abrirle un agujerito en una de sus puntas inferiores y anudarla... era una hazaña... y nos hizo fuertes... inmunes... tragábamos de todo... y nada nos hacía mal... y el esbirro del mal... el viejito shuco de las uñas largas y negras... siempre nos regalaba una sonrisa, mientras picaba el hielo.
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